martes, 17 de abril de 2012

Hoy va de reyes


La institución monárquica.
Desde el principio de los tiempos siempre se ha hablado de un hombre que era superior a los demás. En las más remotas sociedad destacaba el guerrero que cumplía las funciones de líder militar, sabio. Esta institución ha recibido muchos nombres a lo largo de la historia: Wanax, emperador, faraón (mal llamado), nomarca, califas…hasta el uso generalizado de la palabra “rey” más o menos coincidente con la llegada de la Edad Media y con su correspondiente lugar geográfico.
A medida que pasaba el tiempo la institución se ha ido reblandeciendo de tal manera que la figura del monarca podíamos compararla con la insignia de un coche. Estar, está, pero si se la quitas no deja de ser el coche que compraste.
En la historia del próximo Oriente antiguo podemos tildar a sus personajes más relevantes como héroes o como jefes guerreros. Aunque cuando su civilización comienza a ser coetánea con la egipcia ya podemos nombrarlos reyes. En Egipto, podemos hablar de faraones, pero deberíamos hablar de reyes ya que la palabra faraón viene de phara en su traducción griega. La Grecia arcaica tuvo wanax y lawagetas para que posteriormente llegaran los legisladores y tiranos y luego los “primeros políticos”. Si analizamos la historia de Grecia, la monarquía es algo insignificante y poco duradera en el tiempo.
En la civilización romana es algo diferente: ¿Hubo reyes? Sí, claro, pero solo 3. El resto son inventados. Luego vino la república y posteriormente el imperio que todos conocemos. Tras la caída del Imperio Romano de Occidente llegó la Edad Media con reyes como Witiza, Rodrigo, Carlomagno, Justiniano, Pedro I, Abd Al Rahman, Otón (I,II,III) y así una infinidad de nombres con la que podíamos tirarnos dos días escribiendo.
La institución monárquica ha pasado de tener gran importancia a ser una figura decorativa y definitoria. Quiero decir el rey u homólogo tenía en su poder las tres competencias básicas: judicial, legislativo y ejecutivo. Pero tuvo que llegar la revolución francesa para desmantelar el orden impuesto desde hacía ya un tiempo. Hoy día agradecemos a la revolución francesa y las americanas su labor para cambiar la mentalidad del pueblo y de los gobernantes ya que posteriormente a ésta podemos citar nombres de reyes “duros”: Luis XIV, Enrique VIII, Los reyes católicos…
Tras la revolución francesa la lista se reduce a una serie de nombres que pueden contarse con los dedos de una mano. Pero el problema venidero tras la revolución francesa no es otro que el ejercicio del gobierno por una persona fuerte, no es monarquía, es cuasi dictadura, Bismarck, Pedro I de Rusia, Napoleón y posteriormente Hitler, Franco Mussolini, Castro…
Hoy día, después de haber luchado tanto, la monarquía solo sirve para definir políticamente a un estado, por ejemplo; la república francesa o el reino de España, o de Inglaterra. Creo que las monarquías tuvieron sus momentos de esplendor y deberían dejar paso a que todos los estados se llamasen repúblicas para así no recaudar tantos impuesto para la casa real. Al fin y al cabo se gasta el dinero en estafar para conseguir más (caso Noós) o para matar elefantes en Botsuana.
 Bien es cierto que en España las experiencias republicanas no han tenido mucho efecto, la primera duró apenas un año y por su mandato pasaron hasta 5 presidentes, cada uno más diferente del anterior. Y la segunda duró algo más pero acabó en una guerra civil.

lunes, 9 de abril de 2012

¿Tan bárbaros eran los bárbaros?


A menudo, muchos curiosos, cuando leemos a los antiguos nos planteamos una serie de preguntillas que como buenos historiadores debemos contestarnos. Hoy una de las preguntas tiene mucho que ver con la subjetividad y el "pelotismo" a la forma de gobierno, en este caso Roma (imperio).

 ¿Tan salvajes eran las costumbres de los pueblos célticos, íberos y germanos en comparación a las romanas? Para contestar a la pregunta las fuentes principales, como no, son; César, la guerra de las Galias, Estrabón, Geografía, y Tácito con la Germania.
La contestación de la pregunta corresponde a la comparación de dichas culturas en el ámbito de las costumbres mediante el análisis de fuentes antiguas que son nuestro material más verídico. Pero que nos plantea un problema, que no es otro que la subjetividad. Es cierto que relatan lo que han visto con sus propios ojos, pero le han dado un toque subjetivo como buenos historiadores del imperio. Y ya no solo la subjetividad sino porqué las consideran salvajes; “…con la prosperidad del país les vino a los turdetanos la civilización y la organización política…” (Estrabón. III. 74) o civilizadas; “…hasta que la pacificaron los romanos…”  (Estrabón. III. 83).
Por esto la contestación, a priori, si puede realizarse, pero probablemente estemos equivocados. Para no caer en los estereotipos que nos han creado dichos autores recurrimos al método comparativo. Por ejemplo en el ámbito de las divinidades todos creían en algo y proporcionaban sacrificios; “…después de ofrecer libaciones…y que no está permitido hacer sacrificios…” (Estrabón. III. 38). “Su principal deidad…preside la guerra” (J. César. VI.XVII.72). “…reverencian a Mercurio sobre todos… sacrificarle hombres…”  (Tácito IX. 4). O en el mundo relacionado con el esoterismo y las prácticas rituales; “…sacrificios y examinan las entrañas sin separarlas del cuerpo…adivinan palpando. Hacen también predicciones por las entrañas…” (Estrabón. III. 84). “…cortan de algún frutal una varilla…ninguna obra humana…”  (Tácito. X. 5). “…Toda la nación de galos es supersticiosa en extremo…” (J. César. VI. XVI. 71)
En el aspecto relacionado con la fiereza que mostraban los soldados romanos en el campo de batalla, sabemos que era inigualable, pero la fiereza no es característica solo de los romanos “…celtíberos los más fieros de todos…” (Estrabón. III. 75), así como los preliminares de las batallas que bien cantan “…antes de entrar en batalla…cantan ciertos versos…” (Tácito. III. 2) o llevan a sus mujeres a las batallas a modo de arengas “…restaurado las mujeres batallas…con ponerle los pechos…” (Tácito. VIII. 4), o se pintan “…Pero generalmente todos los britanos se pintan de color verdinegro…” (J. César. V. XIV. 54)
El hecho de que hay una guerra es provocado por la intromisión de un agente externo que produjo un cambio en la vida y la mentalidad de éstas sociedades en su posterior romanización. Ese agente, en este caso es César, que intenta hacernos creer que el no movió la guerra contra los galos “…que no movió él la guerra a los galos, sino los galos a él…” (J. César .I. XLIV. 15). Cuando en realidad nuestra mentalidad indagadora nos ha hecho saber que César fue a la Galia a obtener el mérito militar necesario para ser cónsul y contrarrestar así la fuerza de Pompeyo, que ya lo había obtenido.
En el ámbito de la gastronomía, con un lenguaje altanero, recalcan las pobres cosas que éstas sociedades comen y beben y cómo lo hacen; “…usan mantequilla en vez de aceite. Comen sentados en bancos construidos contra un muro y se sientan en orden a la edad y rango…” (Estrabón. III. 86.) “…se sientan a comer cada uno en su asiento y mesa aparte…”  (Tácito XXII. 10.) “… se reduce a leche, queso y carne…” (J. César VI. XXII. 73), así como en la recepción de los forasteros donde los autores coinciden en lo buenos anfitriones que eran; “...no tienen por lícito el violar a los forasteros…”  (J .César VI. XXIII. 73) “…tienen por cosa inhumana negar su casa…manjares que mejor pueda aparejar…” (Tácito. XXI.10).
Una de las grandes diferencias, pero que bajo ningún concepto es motivo para considerar a una civilización salvaje, es la elección de los jefes militares en función del valor; “…eligen sus reyes…pero sus capitanes por el valor…” (Tácito. VII. 4) así que incluso a veces cuando mueren los jefes, es una deshonra para los supervivientes haber sobrevivido ellos y el no jefe. Deshonra también es el volver sin el escudo; “…el mayor delito y flaqueza para ellos es dejar el escudo…” (Tácito. VI. 3) cosa que para los romanos no había algo más meritorio que morir luchando, incluso en inferioridad numérica.
El trato que recibe la mujer podía ser también un síntoma de incivilización, pero realmente la mujer romana tenía un papel menos importante, incluso a veces ni siquiera criaba a su hijo, los casos de los coellactanei, mientras que para las mujeres de estas sociedades el no hacerlo era un insulto. Además las mujeres incluso a veces participaban en las guerras, y se encargaban de trabajar y de la casa; “…los otros oficios de la casa hacen la mujer…” (Tácito. XXV. 11)
Así como el tema del matrimonio citado por todos los autores; “…Los maridos entregan dotes…”“…guardan estrechamente el matrimonio…se debe alabar en sus costumbres…” (Estrabón. III. 111. cfr  Tácito. XVIII.8)
Pero hay tres cuestiones importantes que pueden dar un vuelco a la situación, como es el tema de la agricultura. Estos pueblos, según César, no practicaban agricultura; “…no se dedican a la agricultura…” (J. César. VI. XXII. 73) sino que vivían de otros alimentos, o como en el caso de la península practicaban caza en abundancia“…crían especialmente con este propósito hurones…” (Estrabón. III. 57).
Sin duda la no práctica de la agricultura nos proporciona una idea del poco grado de civilización que tenían, porque la agricultura, junto con la escritura y la domesticación, es el paso de la prehistoria a la historia. Otro dato revelador es cuando mencionan la sociedad porque coinciden en que ésta estaba dividida; “…son dos estados de personas…”  (J. César. VI. XIII.70). Estas sociedades no usan esclavos; “…no se sirven de esclavos…”  (Tácito. XXV. 11). Entonces la pregunta se revierte en este punto; ¿cuál de ambas era más salvaje? Porque todos sabemos que la base económica de Roma era la mano de obra esclava.
Pero antes de contestar hacer saber el penúltimo dato relevante, el relacionado con la elección de sus jefes militares. En muchas ocasiones, conocido por todos, algún romano ilustre se ha erigido dictador como Sila (con apoyo de los magistrados), o emperador como Augusto.
Pero, ¿y estos hechos no son salvajes? Sí, lo son. Sila una vez en el poder llevó a cabo las, conocidas, proscripciones silanas… Mientras que en la Galia los druidas, el homólogo al magistrado romano, eran elegidos, en primera instancia por votación, y en segunda mediante un método ancestral; “…a todos los druidas preside uno con máxima autoridad. Muerto…votos de los druidas…”  (J. César VI. XIII. 71).
 El tema de la escritura es importante y revelador para la contestación de la pregunta. Ninguna de las sociedades usaba la escritura, bien porque no la conocían, bien porque no era uniforme; “…utilizan escritura, cuyos caracteres no son uniformes, como tampoco es una lengua…” (Estrabón. III. 42) o bien porque no la utilizaban; “...no tienen por lícito escribir…” (J .César. VI. XIV. 71).

En este sentido me gustaría romper una lanza a favor de Roma. Roma tampoco es que fuese la incivilización por antomasia pero he pretendido enfocar el trabajo de tal manera cómo si estos pueblos nunca hubiesen cometido un error. Tal y como hacían los autores, resaltar las costumbres salvajes y ensalzar el proceso de romanizador. Podría decirse que he ejercido de abogado del diablo oscureciendo las costumbres romanas y exaltando las de éstos pueblos
Expuestas ya las premisas creo que la contestación a la pregunta es negativa. No, no son tan salvajes, ni mucho menos, es más, incluso en algunos aspectos son más civilizados, como por ejemplo en el trato a los extranjeros, las votaciones para la elección de los representantes o bien como por ejemplo en el apartado de las divisiones sociales. No estoy queriendo decir que una sociedad estratificada sea civilizada, pero hay que entenderlo el contexto de la antigüedad. Por ejemplo, Atenas, la primera democracia, si, pero con esclavos y con un espíritu de superioridad frente al resto de poblaciones que no merece el galardón de “civilización muy civilizada”. Pero realmente lo que me gustaría matizar es que todas las sociedades, la antigüedad en general, eran salvajes y civilizadas al mismo tiempo y cada una en su contexto y en sus ámbitos.
Sin embargo en otros ámbitos si son muy atrasados sobre todo lo relacionado con la escritura, como decíamos más arriba. Gracias a los romanos y sus escritos conocemos las costumbres de estos pueblos y podemos realizar este tipo de trabajos.
Por tanto, como síntesis, la frase “la historia la escriben los vencedores”, tiene absolutamente toda la razón. Con el uso de la dialéctica César, Estrabón y Tácito han sabido transportarnos a un mundo donde lo romano es lo “bueno” y el resto es de bárbaros, como hicieron sus antecesores los griegos pero en las letras de Heródoto.
Creo por tanto que las críticas y los insultos de salvajes y demás tienen un carácter demagógico y propagandístico de romanización, y de legitimar las campañas militares que allí se realizaron, como en este caso es la campaña de César que cimenta su necesidad de obtener éxitos militares en que los galos fueron los que propiciaron la lucha, ¿y los germanos también propiciaron la ocupación? ¿y los pueblos de la península ibérica?
 El único factor de civilización o no que se puede observar, objetivamente, es en el ámbito de la escritura, donde unos no escriben porque prefieren explotar su memoria (J. César VI. XIV. 71). Cosa que nos recuerda mucho a las conversaciones platónicas acerca de la escritura en los diálogos de Fedro y Sócrates (Platón, Fedro, 274c-277)
Definitivamente, por si no ha quedado claro, la contestación es negativa, no son tan diferentes como nos las quieren presentar. Gracias a la evolución hemos ido aprendiendo y hemos ido adquiriendo una conciencia más crítica y objetiva y sabemos comparar y ver dónde está la exageración, la expresión patriótica. Y ver dónde está la parte que pretenden ocultarnos.

La subjetividad es un aspecto muy recurrente en toda la historia; ¿cómo voy a criticar al que me da de comer?¿cómo voy a desprestigiar la labor del que me paga? El periodismo actual, en mi opinión es igual. Solo hay que sentarse a ver la sexta, o intereconomía, leer el pais y luego leer el mundo o la razón....Si queremos hacer historia o periodismo, hay que dejar a un lado las ideas políticas y ceñirnos a lo que hay, no a lo que creemos.