jueves, 27 de diciembre de 2012

Capítulo 3. Tía Penny.


El niño, afligido y conmocionado entró en la habitación de sus padres. Allí yacía el cuerpo inerte y moribundo de su madre. El niño adelantó su posición y se agachó para abrazar a su madre. La acariciaba y besaba mientas le mesaba el pelo. 

- Mamá, por favor, respira, por favor.

Se pellizcó para ver si era un mal sueño, pero se dio cuenta de que no lo era cuando la madre le vomitó sangre. La mujer emanaba sangre debido a las numerosas cuchilladas que el hombre le había dado.
El niño, escuchó el último aliento de vida que exhaló su madre, y entre susurros distinguió: "Por favor Héctor, cuídate, y sé fel".... Tan rápido cómo la moribunda madre pronunciaba las palabras el muchacho salió corriendo por el pasillo para llegar hasta la puerta de la vecina y llamarla al timbre

- ¡Señorita Penny, señorita Penny, necesito su ayuda por favor!

La señorita Penny era un mujer más joven que la madre del niño, residía sola en ese piso porque no apreciaba la compañía de hombres. Sonó una cerradura abriéndose y tras el umbral apareció el rostro de la señorita:

- Dime, Héctor, ¿qué ocurre?

Héctor arrastró del brazo a Penny y la condujo hasta la habitación donde estaba la madre. Penny al entrar dejó escapar un grito que sonó a terror y a importencia. Penny descolgó el telefono y llamó a la policía. 

- Buenas noches agentes, llamaba para alertar de un homicidio en la calle Hopeless, 20, 4ºA.
- Muy bien señora, ahora mismo nos personamos allí.

Penny sin saber muy bien que hacer abrazó al muchacho que rompió a llorar desconsoladamente. La joven mujer cogió en brazos al muchacho y lo llevó a la cocina. El niño tiritaba y la mujer lo arropó con una manta mientras le calentaba una taza de chocolate. De repente se oyó el timbre...Penny abrió, y sin más dilación dejó entrar a la policía.
La policía entró directamente a la habitación donde se hallaba el cuerpo, Héctor y Penny los siguieron y cuando se disponían a entrar, la puerta se les cerró a cal y canto.
Un policía alto, moreno, fornido, salió de la habitación y se presentó;

- Soy el sargento Smith, les recomiendo que no estuvieran demasiado tiempo aquí. Procederemos a precintar la casa para realizar las pruebas pertinentes.  Pero antes de nada, ¿podrían darme una descripción del asesino?

Penny se apresuró a hablar, pero cuando abrió la boca;

- El asesino es mi padre, hombre de 30-35 años de edad. Igual de alto que usted, pero más delgado. Es rubio y tiene los ojos azules. Se llama Lewis

El policía asombrado, agradeció la descripción del niño y le preguntó que si tenía algún familiar en la ciudad, y para cuando el niño fue a negarlo, para sorpresa, Penny alzó la voz y dijo;

- Es familiar mío, yo me responsabilizo de él.

El policía, satisfecho, los invitó a salir. Penny y Héctor salieron de la casa no sin antes pasar para recoger el tazón de chocolate caliente, Ambos se metieron en casa de Penny. Una vez dentro ésta preparó una cama, mientras el niño le preguntó:

- ¿Penny, vas a ser ahora mi mamá?. Penny lo miró, pero no contestó. Solamente hizo un gesto que el niño entendió cómo que había que dormir. Penny lo arropó y salió por la puerta y nada más cerrar el niño la llamó:

-Penny, no puedo dormir.
- Ya, Héctor, ya. No te preocupes, ahora con la tía Penny no te va a pasar nada.
- Ya no eres mi tía Penny, eres mi mamá.

Penny rompió a llorar mientras abrazaba al niño y le juraba que jamás le faltaría de nada, y que juzgarían al hombre que destrozó una familia ese día.

martes, 18 de diciembre de 2012

Hegel es la puta verdad


Esta entrada es un homenaje para mi amigo y para su invención (Pericles) Mi amigo tiene un blog que  es: http://davidopoulos.blogspot.com Si os gusta esto, cosa que dudo, el suyo os gustará, y si no devolvemos el dinero. Que lo disfrutéis. 

Ese día Pericles estaba un poco molesto. Se levantó de su cama extenuado y dolorido, con un malestar que algo le hacía sospechar. Davidopoulos, vago como siempre, tardó horas en levantarse. Nada más poner pie en el suelo Davidopoulos hizo su ritual: calzarse la zapatillas de estar por casa, ir al servicio, mear, cagar y bostezar. En este orden, sin alteraciones. 
Pericles lo esperaba impaciente en la cocina, con ganas de desayunar, ambos tomaron su reglamentaria taza de café

Habiendo acabado de desayunar, la pereza inundó a Davidopoulos, que como buen hedonista dejó rienda suelta a sus apetencias y se tumbó en la cama volviéndose a dormir. Esto no gustó a Pericles que farfullaba por lo bajo: - "Puto vago, no se mueve ni con agua hirviendo". Pericles aguantó una hora leyendo un libro para ver si Davidopoulos se despertaba, pero fue en vano. Pasada la hora decidió desaparecer.

Davidopoulos, mientras, soñaba felizmente con historias de caballeros, de princesas con grandes pechos y dientes de León malvadísimos. Era feliz, su fase rem era el único momento del día en el que se encontraba feliz.

Pericles regresó de la calle. Al entrar observó que Davidopoulos dormía, y que no tenía la intención de despertarse. Pericles continuó leyendo sus escritos sobre fenomenología hegeliana. Era algo normal en su vida, pero no en la de un mono cualquiera. Pero Pericles no era un mono cualquiera.
Las horas pasaban y Pericles entendía que el placer y la alegría que genera la exploración del saber, para Hegel, está en la búsqueda de la verdad. Ésta frase fue la que cambió la vida de Pericles. Comprendió que era un instrumento de Davidopoulos, que le utilizaba, y más triste aún, que le trataba como a un humano cuando era un primate.

Pericles reflexionó; verdad, subjetividad, Davidopoulos, hijo de puta, mentiras, primate, experimento....las palabras le pasaban por la cabeza como un carrete de imágenes y de repente; desde el otro extremo de la casa se oyó una voz: ¡PERICLES, TRAEME AGUA, MI QUERIDO AMIGO PELUDO!

Esas palabras resonaron en Pericles; el mono, obediente se levantó, pero sus dientes iban rechinando y temblorosos no le dejaban articular palabra. Llegó a la cocina, llenó un vaso de agua y se dirigió al dormitorio. Le dió el vaso a Davidopoulos, éste lo bebió y cuando acabó miró al mono y le dijo: ¡ALE, PRIMATE, YA PUEDES MARCHARTE! Pericles se giró y enfiló el pasillo. Se encerró en su habitación y se ensimismó en sus pensamientos. Lloró. Durmió, no sin despertarse sobresaltado en numerosas ocasiones siempre con las palabras de Davidopoulos y las de Hegel.

Pericles se levantó temprano, obviamente mucho antes que el perezoso de Davidopoulos. Eso le gustó, porque podría llevar a cabo el plan que urdió por la noche. Se levantó de un salto sabiendo que ese era "EL DÍA". Fue al baño, se acicaló, y se puso un traje que compró el día anterior. Davidopoulos aún dormía. Pericles se dirigió a la cocina, se preparó un café bien cargado y esperó, mientras ponía en su aparato de reproducción un tema que le venía al pelo: Prometeo de Extremoduro.

Davidopoulos se levantó con el hilo musical de fondo, lo cuál le enfureció. Ese día no hizo su ritual y fue directamente a ver que hacía su amigo peludo. Davidopoulos sabía que algo había cambiado. Entró en la cocina y vió al mono allí sentado, altivo, pletórico, más psicópata que nunca. Davidopoulos se refirió a él: ¡Pericles! ¿PORQUÉ NO ME HAS ESPERADO?

Para cuando quiso acabar Pericles se avalanzó sobre él. Le golpeó con dureza en la sien repetidas veces. Davidopoulos consiguió zafarse de él y arrastrarse escasos 30 centímetros. Pericles, sacó una beretta 9 milímetros y la puso en la frente de Davidopoulos. Pericles subió el volumen de la música y cantó al son de la canción: "me revuelco por el suelo y me revienta la polla" y disparó el arma en dirección a la rodilla de Davidopoulos que gritaba como un cerdo preparándose para su San Martín. Pericles disparó una segunda vez, esta contra el codo de Davidopoulos que se desmayó del dolor. La canción acabó, el mono rió complacidamente, se miró al espejo, se bajó el pantalón y cagó en el suelo. Como buen primate jugueteó con su mierda hasta que la lanzó contra el cuerpo inerte de Davidopoulos que sangraba dejando un enorme charco que parecía adquirir la silueta de una flor de cerezo.

Antes de irse, el mono, por si despertaba Davidopoulos, escribió en la pared con la mierda: HEGEL ES LA PUTA VERDAD

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Capítulo 2. Un feliz acontecimiento.

27 años antes. En una calle cercana al barrio de Hopeless, lindando con la calle Liberty se encontraba el hospital general. No era un hospital muy puntero, y carecía de especialistas, pero cumplía con creces su función. En la planta de maternidad, en la habitación 476, una mujer tumbada en la cama resoplaba. Un hombre de mediana edad le sujetaba la mano con firmeza y le preguntaba con voz muy dulce

- ¿Ya cariño?, llamo ya a las enfermeras 

La mujer sintió cómo el estómago le daba un vuelco y un líquido viscosos humedecía su matriz. Se dijo así "ya viene". La mujer, dolorida, asintió a la pregunta de su marido. Tan rápido cómo contestó, el hombre puso rumbo al pasillo desde donde corrió para avisar en el control de planta. Exclamaba: ¡YA VIENE, YA VIENE!
Las enfermeras dispusieron el paritorio. Una vez allí la mujer gritaba furiosa: ¡SACADMELO HIJOS DE PUTA, SACADMELO! La matrona le hacía las indicaciones pertinentes y el médico le exigía que empujase. La mujer sintió como su estómago su vaciaba, y exhausta tras los fuertes embites a los que se sometió, preguntó enfermizamente:

- ¿Puedo morirme ya?

El médico examinó al bebé. Era un niño sano. La madre durmió, el padre lloró...
3 años más tarde en una casa del bloque de pisos de Garden street esa familia celebraba la navidad. El niño abría unos regalos y jugueteaba con ellos. El padre lo miraba enamorado y del mismo modo, la madre.
Posteriormente ese niño siguió creciendo hasta llegar a la edad de 5 años. Por aquel entonces la mirada del padre ya no era la misma, en cambio la de la madre sí. Una noche de verano, de ese año, el niño jugaba en el salón de la casa del barrio de Hopeless y se mostraba impasible ante cualquier ruído. Así fue, oyó gritos y golpes, pero siguió jugando como si nada pasara.
A los 8 años ya había cursado dos años del colegio eclesiástico donde fue inscrito. Allí nunca se sintió libre, los curas le pellizcaban de las orejas si hacía algo que no debía como hablar solo. 
El mismo día en que cumplía 8 años llegó a casa con una nota del maestro;

"Su hijo es un insolente, le hemos pedido que por favor dejase de escupir al Cristo y ha respondido: Yo me cago en Cristo". 

Al salir del colegio intuía que ese día no era el adecuado para entregar esa nota. Lo notaba. Subió por las escaleras cabizbajo y reflexivo. Abrió la puerta y vio, en el sofá, la mirada penetrante del hombre al que llamaba padre. Al cruzar el umbral de la puerta la madre salía por la cocina. Tenía un ojo morado. El niño llegó al salón y entregó la nota al padre. Éste la leyó con atención. Cuando hubo acabado de leer la nota el niño comprendió que antes de la tempestad siempre hay calma. El padre se levantó y se dirigió hacia el dormitorio junto con la madre. Sentado en el sillón oía gritos provenientes de la estancia.

-"Este cabrón ha salido a ti, estúpida. Si hubieras sido más inteligente esto no pasaría..."
- .....pero.....
- ¡Que te calles! Y ni se ocurra salir a defenderle como hacías cuando era más pequeño
Se oyó un ruido fuerte.

El niño, atento a los gritos, se levantó y vió aparecer la silueta de su padre. Éste, sin miramientos, lo aporreó de tal forma que le rompió dos costillas. Entre sollozos suplicaba a su padre clemencia, pero él mismo sabía que ese no era el día indicado.
Tras un rato de gritos, llantos, insultos y golpes el padre abandonó la casa no sin antes pararse delante del niño y susurrarle al oído: Alea iacta est. El hombre, con alevosía lanzó un beso al niño y se marchó dejando tras de sí una imagen siniestra. Tan fugaz como escuchó el estruendo del portazo el niño se arrastró hasta la habitación de donde había salido su padre. Justo antes de entrar se levantó como pudo y entornó la puerta viendo algo que cambiaría su vida para siempre.